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Quien soy y que pretendo...



Quien soy y que pretendo...

Soy Mesalina, de vuelta del abismo del Tártaro en el Hades en forma de súcuba relapsa para tentar a todos los varones, y al mismo tiempo de íncubo apostata para seducir a todas las mujeres, de este nuevo mundo lleno de lujuria y perversión. Morí prematuramente joven y he resucitado para cumplir todo aquello que dejé pendiente.

Si mi nombre quedó en la historia romana del siglo I como sinónimo de prostituta, ramera, meretriz o felatriz; os juro que estaré a la altura de mi fama previa y satisfaré de nuevo mi lujuria aprovechándome de todos los medios a mi alcance, incluido este maravilloso, a la par que libidinoso, universo virtual.

Ya que el célebre bardo Décimo Junio Juvenal, en su poesía satírica, manifestó su ingenio y mi procacidad, sosteniendo que en los suburbios del Suburra yo adoptaba el mote de Liscisca o mujer-loba, para prostituirme; enviciando y pervirtiendo por dinero a todos mis conciudadanos, vendiendo mis favores. He regresado ahora para enviciar y pervertir gratuitamente a los visitantes de este lugar, para desbaratar el infundio de que mi móvil era el vil metal y no el probo vicio. Por eso uso aquí también mi mote, para limpiarlo de semejante afrenta.

Otrora conseguí vencer a la furcia más famosa de la ciudad eterna, ganándola en leal competición, y derrotándola al satisfacer a doscientos hombres en una única noche; sin distinguir entre patricios, plebeyos, esclavos, soldados, gladiadores, senadores, cónsules o actores. No he de cejar ahora hasta conseguir la eyaculación y la lubricación orgásmica de todo aquel o aquella que se aventure en la lectura de es impúdico sitio; sean estos cientos, miles o millones.

Esa soy yo, Valeria Mesalina alias Liscisca, hija del cónsul Marco Valerio Mesala y por supuesto ninfómana; y estas son mis intenciones.


martes, 28 de marzo de 2017

Yo Mesalina







- ¡Ay, p.. po… por ca.. cas… Castor y Pólux! – exclamó Claudio al tiempo que al enredarse con su propia toga purpura de borde dorado caía del lecho descabalgándola a ella, dejándola con el culo en pompa.

- ¡Dioses capitolinos, Tiberio Claudio César Augusto Germánico, emperador de Roma!, tirado por los suelos con la polla tiesa; mucho nombre y cargo para tan poca maña y verga, has perdido la mitad de tu dignidad, querido, con este torpe revolcarte por el mosaico, siento decírtelo – replicó Mesalina, mientras tapaba sus nalgas con un fino y transparente peplo de seda al tiempo que se recostaba en el triclinium.

 - ¡Me.. me.. me has tirado de un cu.. cu.. culetazo, per.. per.. pérfida gorgona de ubres gordas! – mientras cojeando se dirige a la silla curulis, donde se sienta.

- Pues un espasmo de placer no ha sido, eso seguro, me habrá dado un calambre.

- Y he he he …….

- ¿Has qué, Claudio, mi amor?

- Me he he corrido en las te.. te..

- ¿En mis tetas?, no cariño, te aseguro que no.

- ¡Teselas!.

- ¡Ah!. Pues llama a Licurnia, la esclava griega esa que te la chupa de vez en cuando medio flácida y que lo limpie lamiendo el suelo, a fin de cuentas, está acostumbrada a recoger tu semen con la boca.

- De.. deja.

- Como quieras. Además, la mancha será muy pequeña, inapreciable, no te preocupes, será solo una mota insignificante en el mosaico de los doce trabajos de Hércules.

- ¡Mu.. mu.. muy graciosa!, ¡me me me has tirado!.

- Haber hecho palanca con la polla dentro de mi coño y haberte “agarrapichado” mejor, mi amor.

- ¡Zorra de la Suburra!.

- ¡Uy!, perdona, que no puedes, se me había olvidado, no te da para tanto.

- De.. de.. dejémoslo.

- Sí, mejor, mi amado emperador tardío y eyaculador precoz; que esta noche viene Sementalix, en media hora si es puntual.

- ¿El gla.. gla.. gladiador?.

- Sí, el dacio retarius del anfiteatro Flavio; y es más, me ha dicho que esta noche me daría una sorpresa para satisfacer mi lujuria.

- ¡Bien, puta!.

- Y esta vez, cuando te pongas detrás del mosaico de la Gorgona y le quites las teselas de los ojos para mirar, no muevas las pupilas; que la última vez me dijo el poeta Flaminio, en mitad del polvo, que la gorgona le estaba guiñando el ojo y tuve que morderle el glande para que se olvidara del asunto.

- Fla.. Fla.. Flaminio es ton.. ton.. tonto.

- Por un momento cariño, creí que ibas a ponerte a tocar el tambor, con tanto tom tom, que parecía que hacías un redoble. Sí, es cierto, el poetastro es idiota, pero tiene un rabo terminado en forma de maza muy del agrado de mi coño, y de tu culo, por cierto.

- Sí.

- ¡Ah!, otra cosa, cuando te la menees, cielito, detrás de la Gorgona; gime más bajo, por favor. Que el otro día resoplabas como un jabalí de Etruria y los tres pretorianos que me follaban todos mis orificios, dejaron de hacerlo y se pusieron a buscar por los rincones y debajo del triclinium a la bestia.

- ¡Va.. va.. vale!

- Y ya sabes que a medias solo permito que me dejes tú, mi amado cesar; y tuve que mandarlos decapitar inmediatamente.

- No pa.. pa.. pasa nada.

- Sí, si pasa, que a la noche siguiente, mientras me enculaba, Quintiliano, el prefecto del pretorio; se quejó diciéndome que a este ritmo se queda sin centuria, que me los folle pero no los decapite.

- ¡Ja,ja,ja!, ¡co.. co.. como una man.. man.. mantis religiosa!.

- Sí, mi amor, ya sabes que yo soy muy pía y nunca faltan diariamente mis ofrendas al fuego eterno de las vestales. Pero cambiando de tema, querido, y antes de que satisfaga las necesidades de mi vagina; ¿cómo va el asunto de Britania?.

- Mal, francamente mal. Se han confederado y sublevado los Pictos y Scotos, creo que mandaré tres legiones y probablemente me pondré al frente, no me fio de los legados.

- Curioso, muy curioso.

- ¿Qué?.

- Que no te atascas y te trabucas tartamudeando si usas una sola palabra, o me insultas o hablas de política, cariño.

- Práctica, simple práctica, años practicando para no atascarme cuando hable de política en el senado. Simplemente es eso. Las palabras simples por facilidad.

- ¿Y tus acaramelados insultos, como la vez que me llamaste putón verbenero desorejado que tenia ladillas como centollas del puerto de Ostia, del tirón; amor de mis entretelas?

- Y tus insultos porque eres tan tremendamente guarra y tirada, la mayor furcia de la ciudad, que no necesito ni articularlos. La más grande felatriz y meretriz desde la fundación de Roma.

- Gracias mi amor, no esperaba menos de ti y de tu impotencia latente, que menos que reconozcas mis excelsas virtudes. Pero volviendo al tema, ¿Qué vas a hacer?.

- Britania es un pueblo bárbaro y salvaje, y mucho me temo que lo será por siglos y milenios.

- ¡Uhm!, estarán bien dotados entonces. Nunca he tenido un Britano entre mis piernas. ¿Si vas me harías el favor de regalarme un esclavo britano con un buen pollón, amor mío?.

- No te creas, son descoloridos e insípidos como pescado hervido, y fríos como su maldito clima, al menos las britanas.

- ¿Te has cepillado britanas, precioso mío?.

- En los tiempos de Calígula lo raro sería no haberse acostado con mujeres de todos los pueblos y tribus del mundo conocido. Pero ya te digo, frías e insípidas.

- Como su clima, ya, picha fría.

- Si, pero al menos podían ser húmedas, que en esas malditas islas llueve todos los días del año. Pero la vagina y el recto, e incluso te diría que la boca, secos como serrín.

- Nos desviamos del tema, mi querido picha corta.

- Pues como te decía, son tribus que solo saben vivir robando, y no hay forma de romanizarlas, nunca cambiaran; seguirán siendo ladrones por el resto de su historia, mientras siga una gota de ellos corriendo por las futuras venas.

- Bueno, mi flácido rey de los polvos conejeros, si de robar se trata, Roma….

- No, perdona que te interrumpa, se roban entre ellos como bellacos sin producir nada. Ni un solo olivo o vid o cereal se produce en esas pérfidas y felonas islas. Solo ganado, como son ellos, cerdos y asnos.

- Algo tendrán, micropénico de mis amores, cuando los conquistamos.

- Si no fuera por el estaño y la gloria del senado y pueblo de Roma, no valdría la pena poner una sandalia en ellas. Porque ni para esclavos de minas o canteras sirven de lo flojos y torpes que son.

- Tal y como lo pintas, puerquito mirón mío, no dan muchas ganas de ir a pasárselos por la piedra.

- Como te decía, cuando se cansan de robarse, degollarse y destruirse las distintas tribus entre si, es decir, cuando ya no les queda mujer, cerdo o asno que robarse; se vuelven contra Roma, se confederan en su piojosa miseria y atacan las pocas villas o guarniciones que tenemos allí; porque ciudad, ni una que merezca tener ese nombre hay.

- Se entiende que sin tener mujer, cerda o burra en la que meterla en caliente y entretenerse, algo han de hacer. Estar dándose por culo unos a otros todo el día les irritará el recto y el carácter, ¿no crees, Príapo de pacotilla de mis pechos?.

- El caso es que hay una revuelta de britanos desarrapados y hay que sofocarla antes de que se les hinchen los cojones a los senadores y sean ellos los que quieran darme a mí por culo.

- Eso te gustaría, si fuera literalmente, claro; sátiro vicioso de ano dilatado como la entrada del hipódromo.

-Yo soy más discreto que tú en mis apetitos, perraca impúdica.

- No entres al trapo siempre, mi cornudito consentido, que si no es muy aburrido. Y dime, ¿Qué piensas hacer en Britania?.

- Pues lo normal en estos casos, arrasar a fuego y sangre varias millas antes y después del actual limes. No pienso ni hacer esclavos. Degollaré a hombres, mujeres, ancianos y niños; para dar un escarmiento.

- Ahora si me estas poniendo los pezones duros, calzonazos de mi corazón, y no cuando me metes tu gusanito por el coño y ni me entero. Sigue, sigue.

- Arrasaré todo el territorio, quemándolo todo, no dejaré ni un solo bosque sin destruir; y si es necesario incluso sembraré los campos de sal, para que sean improductivos, como hicimos en Cartago.

- Ya has conseguido que me palpite la pepitilla, tengo el clítoris que me late, cabrón tartamudo de cojones colganderos.

- Así conseguiré una frontera tranquila por unos años y liberar legiones de ella y llevarlas a Germania.

- ¿Y construir un muro de costa a costa?, según los mapas que he visto de Britania sería muy factible y así aislar el imperio dejando dentro solo a los más romanizados. ¿Te parece bien, Claudio, perrito lametero de mi flujo vaginal?.

- No, Mesalina, gran ramera del palacio imperial, sería de un coste prohibitivo.

- Creo, estimado y tartaja Cesar, que has vuelto a correrte antes de meterla. ¿No será igual de prohibitivo miles de toneladas de sal?.

- No era algo literal. Y aun así, sigue siendo más cara la piedra que la sal. Y serviría de poco, son tan ladrones y miserables tanto las tribus de dentro como las de fuera de la frontera y se alían y sublevan ambas.

- Pues esta vez realiza bien los cálculos, patizambo rijoso de mis amores, no estoy dispuesta a que ocurra lo mismo que con la ampliación del puerto de Ostia.

- Si eso te gustó, no me mientas, prostituta sin causa.

- Que para que tú cuadrases balances, cornudo con causa, tuviera que comerles las pollas a todos esos vejestorios que olían a momia, hasta despellejarme los labios; o a esos gordos de polla diminuta perdida entre sus pliegues abdominales grasos; no fue un placer que digamos. Aun me viene el olor a ajo de sus anos malolientes por mal limpiados y me dan arcadas. Terminé hasta los pelos del coño de tanto mamar a ese atajo de arquitectos y proveedores caducos y zarrapastrosos.

- Preferirías que hubiera ampliado el anfiteatro Flavio y así engullir todas las vergas de los gladiadores, mi ninfómana consorte, ¿no?

- Tranquilo, mi amado marido pajillero, que eso ya está casi a punto de ocurrir sin necesidad de gastar en reformas. Pero dime, ¿cuándo partirás para Britania?, porque has dicho que te pondrás al frente.

- Para la primavera próxima. Tranquila que aun tienes meses para preparar todas las orgias y bacanales que se le ocurran a tu calenturiento coño y convertir el palacio imperial en un lupanar en mi ausencia.

- ¡Qué bien me conoces!, así será. Polla boba, tal y como dices.

- Pero quiero un informe, bien detallado y por escrito, de todo lo que hagas, perraca.

- Descuida, mi amado de polla lacia, a lo sumo morcillona, será como siempre.

- ¡Bien!.

- Y ahora, mi corrompido esposo, vete detrás del mosaico de la Gorgona, que es la hora de que venga el dacio Sementalix, y tengo que hacerle una señal de que todo está bien desde la ventana con una lucerna.

- Va.. va.. vale, pero re.. re.. recuerda de.. de..

- Sí, pero corre ya, mastuerzo de picha fofa, y ocúltate. Ya me encargo yo de decirle que para la próxima vez venga con otros tres o cuatro compañeros más.

- ¡E.. e.. eso! – cojeando desaparece del atrio por una discreta puerta situada al lado de un elaborado mosaico de diminutas teselas sobre el mito de la muerte de la Gorgona.

- ¡Que hombre tan rijosamente sátiro este cabroncete; cojo, tartamudo, medio impotente y eyaculador precoz!, ¡pero que cerebro tiene el muy cabrón!; tanto como le admiro como emperador le desprecio como amante – dice para si Mesalina, mientras coge una lámpara de aceite con una mano y la agita por la ventana; al tiempo que con la otra mano se introduce todo el puño cerrado en la vagina, para dilatarla convenientemente al tamaño del pollón del gladiador, tras el encogimiento elástico que ha tenido su musculatura perianal con el poco dotado Claudio.



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