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Quien soy y que pretendo...



Quien soy y que pretendo...

Soy Mesalina, de vuelta del abismo del Tártaro en el Hades en forma de súcuba relapsa para tentar a todos los varones, y al mismo tiempo de íncubo apostata para seducir a todas las mujeres, de este nuevo mundo lleno de lujuria y perversión. Morí prematuramente joven y he resucitado para cumplir todo aquello que dejé pendiente.

Si mi nombre quedó en la historia romana del siglo I como sinónimo de prostituta, ramera, meretriz o felatriz; os juro que estaré a la altura de mi fama previa y satisfaré de nuevo mi lujuria aprovechándome de todos los medios a mi alcance, incluido este maravilloso, a la par que libidinoso, universo virtual.

Ya que el célebre bardo Décimo Junio Juvenal, en su poesía satírica, manifestó su ingenio y mi procacidad, sosteniendo que en los suburbios del Suburra yo adoptaba el mote de Liscisca o mujer-loba, para prostituirme; enviciando y pervirtiendo por dinero a todos mis conciudadanos, vendiendo mis favores. He regresado ahora para enviciar y pervertir gratuitamente a los visitantes de este lugar, para desbaratar el infundio de que mi móvil era el vil metal y no el probo vicio. Por eso uso aquí también mi mote, para limpiarlo de semejante afrenta.

Otrora conseguí vencer a la furcia más famosa de la ciudad eterna, ganándola en leal competición, y derrotándola al satisfacer a doscientos hombres en una única noche; sin distinguir entre patricios, plebeyos, esclavos, soldados, gladiadores, senadores, cónsules o actores. No he de cejar ahora hasta conseguir la eyaculación y la lubricación orgásmica de todo aquel o aquella que se aventure en la lectura de es impúdico sitio; sean estos cientos, miles o millones.

Esa soy yo, Valeria Mesalina alias Liscisca, hija del cónsul Marco Valerio Mesala y por supuesto ninfómana; y estas son mis intenciones.


miércoles, 5 de abril de 2017

Tomas y Carmen – Una historia sicalíptica Parte I



                     
                                                                                                               Fotografïa -  Howard Schatz
                                                                                     



- Pero contéstame, ¿si estuviera hecha una foca seguirías amándome?

 - Si cuando te conocí hubieras sido una vaca-burra, ahora serías probablemente mi amiga, pero no mi amante.

- No, yo digo ahora, si ahora de repente engordara veinte kilos de golpe.

- Ahora te querría, aunque engordaras veinte toneladas, ¡qué tontería, joder!, aunque eso sí yo seguiría follándome un cuerpo.

- ¡Y dale con el cuerpo!, ¿para ti el amor nada más que es sexo o qué?

- No, ni el sexo es nada más que amor.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Pues que el tomate solo no hace el gazpacho, pero que no hay gazpacho que valga sin tomate.

- ¡Anda, que ya te vale!, compararme el amor con el gazpacho, eres de un original.

- ¡Vale! – en tono condescendiente – en plan cursi, el amor sin sexo es como un jardín sin flores, y en plan académico, el sexo es condición necesaria pero no suficiente para el amor, ¿ya te llega?

- Que tú no puedas sentir amor sin necesidad del sexo no quiere decir que no exista.

- Vamos a ver, - haciendo una pausa melodramática antes de llamarla por su nombre de pila cosa que a ella no le gustaba mucho - Carmen, ponme un ejemplo.

- Como tú quieras Tomás – pronunciando su nombre con retintín para hacerle notar que se dio cuenta del detalle – todo el siglo diecinueve está lleno de amores puros, platónicos, vamos, sin sexo.

- Ya, y tú estabas allí para saber si la literatura se correspondía con la realidad.

- Pero el arte es siempre reflejo de la realidad, es un espejo fiel de cómo es la sociedad del autor, eso no me lo discutirás.

- Según esa teoría los hombres actuales tienen un ojo en el cogote y otro en la frente.

- Si te refieres al cubismo, eso tiene poco de actual.

- Vale, los hombres de comienzo de siglo, me da lo mismo.

- No creo que puedas ser tan torpe, y no te des cuenta.

- ¿Por?

- Detrás de los rostros cubistas no está una imagen del hombre, si no el concepto abstracto de él, una deformación plástica o estilística.

- ¿No te quejaras, ¿eh?, te lo pongo a huevo, elijo ejemplos de tu campo – Carmen era licenciada en historia del arte, aunque nunca ejerció su carrera, estudió al mismo tiempo la carrera técnica de informática y es la que ejercía.

- Además – siguió ella sin hacer caso a su comentario – esto ya lo hemos hablado más veces.

- ¿El qué?

- Que la aparición de la fotografía acabó con el arte figurativo y de ahí, y de la sociedad burguesa capitalista que mata al mecenas clásico, nacen las vanguardias de principio de siglo.

- Sí, sí, ya me lo sé. Pero a lo que íbamos...

- ¡Mírale!, como si él nunca se fuera por las ramas, que discutiendo pareces un orangután, ¡jajaja! – riéndose de su propia ocurrencia.

- Y sin discutir, vestido un caballero en calzoncillos un chimpancé, pero déjame decirte, - haciendo caso omiso del chascarrillo para quitarle importancia y que no notara que le fastidiaba - ¿por qué detrás de las obras románticas ha de estar la realidad del amor y no como con el cubismo un concepto deformado de él?

- Pero el romanticismo no fue sólo un estilo de arte, sino una forma de ver la vida, de entenderla, de estar en el mundo.

- De verla deformada.

- La gente entonces se suicidaba a mansalva por amores no correspondidos, ¿quieres más pruebas?

- Tú lo has dicho, eran amores no correspondidos, pero no platónicos.

- Llámalo como quieras, pero es lo mismo.

- No, perdona, no es lo mismo matarte porque no puedes acostarte con la mujer que amas, que el enamorarte contemplativamente sin querer acostarte con ella y suicidarte como prueba máxima de tu amor, para nada es lo mismo.

- Voy a contarte una historia real que demuestra que estás equivocado. Un poeta romántico danés, se enamoró de una rica heredera de la burguesía, era su musa, toda su poesía iba dedicada a ella, pero el padre de ella se opuso a la relación, por ser él un pobre poeta bohemio sin dinero.

- Pues suena totalmente a amor no correspond...

- Espera y no te precipites. Ellos dos en secreto siguieron amándose, aunque sin poder consumar su amor, una pasión casta y platónica, cartas secretas, claves de enamorados, poesías para ella, en fin, lo típico. Con el tiempo él se hizo el poeta más famoso del país, reconocido por todo el mundo, premiado, obteniendo la máxima consideración y aprecio de esa sociedad tan puritana, y claro está haciéndose acaudalado.

- ¿Y?

- Y el padre de ella por fin consintió y se casaron el poeta y su musa platónica de varios años de devoción. A la mañana siguiente de la noche de bodas él cogió y se suicidó pegándose un tiro en el paladar, y dejándola una nota a ella.

- ¡Joder!, ¿dio un gatillazo?

- No en la cama, aunque si en el desayuno.

- Pues no me dirás que fue como prueba de amor, ¿no?

- No, fue por asco.

- ¿Asco?

- No pudo soportar que su amor idealizado tuviera vello púbico, le espantó su pubis peludo con el que había soñado durante años como el monte de venus de las estatuas romanas y griegas.

- ¿Pero este tío no había visto un coño en su vida o qué?

- Por lo que se ve no, y había idealizado el sexo de su musa como el de las estatuas de mármol que conocía, la realidad le pareció tan asquerosa que no lo soportó y se suicidó.

- ¡Joder!, esto no es un amor platónico, ¡esto es que el tío era un gilipollas integral!

- Sí, si es un amor platónico, un amor tan puro, tan idealizado, tan mental, que cuando se convirtió en sexo con pelo, sudor, humedad y olor, no pudo soportar tanta degradación y se suicidó.

- Menuda cara debió quedársele a ella a la mañana siguiente al leer la nota de suicidio, ¡Joder!: “Mi diosa del amor de mármol de Carrara me suicido porque tienes el coño peludo, húmedo y huele a pescado podrido”, ¡ja, ja, ja!

- Bueno, me parece que nos alejamos del tema. Todo ha empezado porque yo quiero saber porque me amas.

- No, no, no, todo empezó porque yo buscaba el tabaco y a ti te parecía muy vulgar.

- Y es que lo es, que menos que antes del cigarrito de después, unos besitos, unos abrazos y unos te quiero.

- Pues más hortera me parece a mí ponerse a hablar de los amores puros de los románticos después de haber echado un polvo.

- No te enrolles, y contesta mi pregunta.

- ¿Cuál de ellas, que ya me he perdido?

- ¡Otra vez!, ¿qué si me quieres sólo por mi cuerpo o también por mi forma de ser?

- ¡Ah!, pero se puede separar cuerpo y personalidad así tan tajante, ¿no forman todo un lote entremezclado?

- ¡Pues claro que sí!, tú, yo, todo quisqui, aparte de lo puramente material tiene una forma de ser, personalidad, espíritu o como tú quieras llamarlo totalmente independiente del cuerpo.

- La verdad, siendo ateo, se me hace muy cuesta arriba pensar en una personalidad sin cuerpo o al contrario en un cu...

- ¡Vamos a ver!, tú que valoras más en una persona el físico o...

- A mí lo que me importa es que la gente sea feliz, alegre, divertida y ...

- ¡Desde luego cuando te pones cabezón no hay quien te aguante!.

- ¿Pero por qué?, tú preguntas y yo te contesto.

- Sí, pero no a lo que te he preguntado.

- Tú eliges tus preguntas déjame a mi elegir mis contestaciones.

- Sí claro, yo te hablo de manzanas y tú me réplicas de peras, ¿así quieres tener una conversación?

- Pero es que tú eres muy jodía, siempre haces preguntas retóricas, con truco, capciosas o con la respuesta ya implícita, vamos que me acorralas.

- Vamos a ver, ¿cuándo me conociste que es lo primero que pensaste de mí?, se sincero.

- Pues, - pensándoselo un poco dejando colgada la última silaba – que tenías un culo y unas tetas de toma pan y moja.

- ¿Lo ves? – en un tono tajante.

- Vale, muy bien, ¿y tú que pensaste cuando nos presentó Sole? – aprovechando la ocasión para demostrarla que no se le había olvidado la primera vez que la vio y así ganar puntos.

- Pues que eras un tío interesante, raro, ingenioso, atrayente, eso sí un poco desgarbado y con muy mal gusto para vestir.

- ¡Toma ya!, yo soy el materialista porque me fijé en tu culo, y mira por donde la idealista me prejuzgó por la forma de vestir.

- ¡Yo no he dicho eso!, y además no es lo mismo fijarse en la forma de vestir que en las tetas y el culo.

- Por supuesto que no, el vestido es algo accidental, social e hipócrita, mientras que el cuerpo es algo consustancial a la persona.

- Fijarse en las tetas no es algo consustancial, como tú dices, más bien es una grosería.

- ¡Ya!, el que llevaba un escote hasta el ombligo y un palmo de minifalda era yo – no muy seguro al decir esto, en este caso no sabía si la memoria le hacía ganar o perder puntos, barruntaba que se estaba metiendo en un jardín de flores carnívoras donde ella quería meterle desde el comentario inicial al buscar el mechero, indudablemente estaba seguro de que la conversación la estaba llevando y ganando ella, cosa que no soportaba.

- No sólo eres un materialista, sino también un cerdo machista.

- ¿Machista yo?

- ¡Hombre claro!, ya me dirás que es un tío que sólo ve en las mujeres un reclamo sexual.

- ¡Pero, pero!, ¿qué dices? – ya si estaba seguro que esta conversación la perdería sin remedio.

- Yo no lo digo, lo has dicho tú – sabiendo que no había cosa que más le molestara que el que utilizaran sus propias palabras para rebatirle.

- Yo sólo he dicho que vi lo que era evidente para cualquiera.

- Evidente para cualquier machista que sólo ve tetas y culo en una mujer.

- Pero si yo hago la cama, la comida y la casa contigo.

- ¡Hombre, sólo faltaría!, ¿es que tú no duermes, comes y ensucias?

- ¡Pues entonces!

- Si yo no digo que sea culpa tuya, te han educado en una sociedad machista y quieras o no eso siempre sale.

- ¡Claro, claro!, por esa regla del tres tú también eres machista.

- No cuela, rico.

- ¿O es que a ti te educaron en una tribu de amazonas del alto Orinoco?

- No, pero el ser mujer me ha facilitado el rebelarme y desprenderme de toda esa miseria, esa herencia, ¡qué lo mío me ha costado!

- Resumiendo, ¿qué soy machista porque soy hombre, ¿no?

- No cambies las cosas, yo lo que digo es que los hombres lo tienen más difícil, no que sea imposible, con el machismo salís ganado, ¡niégame también esto!

- ¡Ah bueno!, porque tú y yo estamos a la par en esto.

- Decirlo es muy fácil, pero yo quiero pruebas.

- Vale, tú sales a seis libros o más por mes, ¿no?

- ¿Qué pasa?, ¿Qué leer es sólo cosa de hombres, como el coñac del anuncio?

- Déjame terminar, por favor te lo pido. Tú lees mucho más que yo y sin embargo no te oigo introducir citas de un autor o raramente comentarios literarios en una conversación.

- Porque no soy pedante como tú, que si lo haces, lo importante es leer y no el presumir de que se lee.

- Por supuesto que sí. Pero... – sopesando si soltar la bomba o no – sin embargo, sí que te arreglas y cuidas mucho la forma de vestir, el peinado y todo eso.

- Una cosa no quita la otra, o ¿debo ir echa un asco para demostrar que no soy una mujer objeto, una mujer florero?

- No, no, por supuesto.

- ¡Menos mal!

- Pero que curioso que no sientas vergüenza de realzar o presumir de tu físico y si lo hagas de tu intelecto, oye, mira tú por dónde.

- La culpa no es mía, nadie me mirará mal por realzar mi belleza, todo lo contrario, pero si me despellejarán si voy todo el santo día demostrando lo lista que soy.

- Pero no habíamos quedado en que tú no te sometías a la sociedad machista, ¿qué habías conseguido rebelarte y escapar por el hecho de ser mujer?

- No, perdona, el problema está en que tú partes de la base de que nos arreglamos para excitar a los hombres, y eso en si ya es un concepto machista de entrada. Y si yo me arreglo es para estar a gusto y contenta con mi propia imagen, nada más.

- Que casualidad que la imagen tuya que quieres dar o que te hace sentir bien y te da autoestima y demás, necesite de unos vaqueros que no te dejen respirar o de unas mariposas en los muslos de las medias donde nadie puede verlas. Curioso, de verdad.

- ¿Yo creía que te volvían loco esas medias?

- ¿No me soltaras ahora que te emperifollas para mí?

- Por supuesto que no, solo faltaría. Pero si no recuerdo mal esas medias me las regalaste tú, porque se las viste a una alumna y te gustaron mucho, que ya me dirás cómo se las viste...

- Pues le pasaba lo que a ti que al sentarse con la minifalda...

- ¡Jajajaja! – le cortó ella al verle ponerse todo rojo de rubor.

- Pues que sepas que me arrepiento de habértelas regalado, que el Antoñito también disfruta como un enano viendo las maripositas cuando minifaldeas.

- Pues que sufra el muy idiota mirando, si es que lo hace.

- El que sufre soy yo.

- Mira que eres idiota, el sólo puede mirarlas mientras que tú puedes tocarlas, acariciarlas, morderlas, lamerlas o lo que te apetezca disfrutar con ellas.

- Eso es lo que tenía que hacer, cuando él este mirando embelesado la mariposa, poner mi mano encima y acariciarla.

- ¡Jajaja!, di que sí, en plan machotes, como en un duelo, tú marcando territorio y diciendo esto es mío, chaval, tú ni mirarlo que te parto la cara, ¡jajaja!.

- Pues mira, ya sé que hacer la próxima vez que mariposees minifaldeando.

- ¡Ni se te ocurra!, ¡qué te mato!, no me montes numeritos con mis jefes por tus celos estúpidos, no me metas en compromisos que te temo.

- ¿En qué quedamos?

- Pero, además, ¿tú no eras el que se te llena la boca diciendo que te gusta que los hombres me miren por la calle?, que me vendías esa frase de que para ti era un orgullo, que no te molestaba lo más mínimo, que siempre pensabas “tú mírala todo lo que quieras que con él que se acuesta cada noche es conmigo” y que tenías demasiado ego para pensar idioteces de celoso de medio pelo sobre lo que pensaban los demás al mirarme, del tipo “que hará ese pibón con ese mequetrefe”.

- Sí, y eso es cierto, pero Antonio es caso aparte, digamos que le tengo un especial cariño.

- Ya salió de nuevo tu fijación con Antonio, si es que encima de machista celoso. Que no, que él no es el dios del amor.

- ¡Más le vale! no serlo.

- ¿Pero no es que nos amamos libremente?, que el amor sólo existe en libertad y demás teorías sobre el amor que me sueltas para no casarnos ni siquiera por lo civil.

- No, no, no, no te confundas, yo seré todo lo rojo, ateo, anarco y progre que tú quieras, pero lo del amor libre se lo dejo a los monos.

- Si, a los bonobos, ya recuerdo la charla del otro día que me diste sobre el sexo de los chimpancés. ¿De verdad que las hembras montan a los machos para darles los buenos días?, ¿no te lo habrás inventado?

- ¡Qué si pesada!, ya te lo he dije el otro día, falsas copulas, simulan montarlos, y por cualquier motivo, ellos viven en orgía continua.

- Eso tenemos que probarlo tú y yo.

- ¿Lo de vivir en orgía continua?

- No, lo de montarte en falsa copula para darte los buenos días, ¡jajajaja!.

- ¡Dios!, qué envidia de pene, que diría Freud, no te lames de la envidia de pene que te gastas.

- ¿Envidia de qué?, si yo con mi chocho tengo todos los penes que me apetezcan.

- Pues siento decirte, pero ni tú ni yo somos bonobos. Así que ajo y agua – sin entrar para nada en lo de su amenaza de promiscuidad no fuera a ser que el diablo enrede.

- ¡Qué si tonto!, si ya verás cómo te gustará que yo te monte, ¿no disfruto yo cuando tú me montas?, y además en mi caso sin ser falsa copula sino metiéndomela hasta el diafragma lo menos – diciéndole esto mientras le guiñaba un ojo, le lanzaba un beso y ponía el tono lo más zalamero posible.

- No, no hay trato, para nada.

- ¿No me vas a dar ese caprichito? - volviendo a zalamear y ronronear al preguntarlo.

- No hay caprichito que valga.

- Pues ya van dos, haré yo lo mismo, tenlo en cuenta.

- Lo que tú quieras, pero ni me metes el dedo en el culo, ni me montas en falsa copula.

- Pues a ti bien que te gusta metérmela en el culo, que no hay vez que repitamos que no me toque poner el culo.

- No es lo mismo.

- Claro que no es lo mismo, en mi caso sería un dedo finito y no el pedazo rabo tuyo. Que además siempre que me enculas esperas a tenerla lo más dura y gorda posible.

- Es que, sino no hay forma, tienes el culito aún muy prieto, ya ira dilatando con el tiempo.

- Pues aplícate el cuento a ti mismo, empezamos con mi dedo meñique – enseñándole el dedo – mira que finito y cortito y ya iras dilatando.

- No que eso debe doler mucho, Carmen, que no.

- A claro, y a mí no me tiene que doler, ¿no?, o si me duele que me aguante que para eso soy la mujer.

- ¡Pero qué dices!, si tu disfrutas como una perra, no hay más que verte como gritas, lo que dices y como meneas el culo.

- No te creas, que a veces te pones muy bestia y siento la piel del ano muy tirante y cualquier día de estos me haces un desgarro.

- ¡Hala!, exagerada.

- Ahora te estoy hablando en serio, en el momento que me hagas una fístula, un desgarro o una almorrana se acabó para siempre el darme por culo, gima, grite o menee el culo como si bailara la lambada, a mí menda no vuelves a follártela por el culo si me pasa eso. ¡Tenlo en cuenta!

- ¡Qué no me la das!, si a ti te gusta que te sodomice casi más que a mí.

- No, de veras, a veces me molesta, sin ir más lejos el otro día, cuando me decías que me sacabas el esfínter para fuera, ¿cómo se llamaba?

- Evaginación. Ya te dije que como cuando das la vuelta al dedo de un guante al sacar el dedo.

- Pues me sentí muy incómoda, fue muy desagradable.

- Fue desagradable la imagen mental que te hiciste de la historia al visualizarlo, pero no el hecho en si, si yo no te digo nada de lo del guante tú bien que estabas disfrutando hasta ese momento.

- Ya, pero, aunque notaste que no me gustaba no me la sacaste hasta que te corriste dentro, y tardaste un buen rato. Tú egoísta, sólo pensando en ti y en el placer que te da tu polla.

- No dijiste nada. Y nunca pienso en el placer que me da mi polla, sino en el que me da tu coño, o tu culo en este caso.

- Ya claro, y tú no notaste que me callé y me puse tensa, ¿no?

- Además la culpa fue tuya. Házmelo muy, muy despacito y descríbeme lo que ves, que yo no puedo verlo.

- Era por cambiar, siempre que me das por culo taladrándome a toda hostia, agarrándome del pelo como si fueran riendas, y dándome cachetes en las nalgas, como si fuera una yegua.

- No siempre es así.

- No cierto, otras veces mordiéndome el hombro, estrujándome los pechos hasta casi reventármelos o apretándome el cuello como si me estrangularas.

- ¡Joder!, que mal suena cuando lo dices así.


                                                     Continuara...


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