Fotografïa - Howard Schatz
- Pero contéstame, ¿si estuviera hecha una foca seguirías
amándome?
- Si cuando te
conocí hubieras sido una vaca-burra, ahora serías probablemente mi amiga, pero
no mi amante.
- No, yo digo ahora, si ahora de repente engordara veinte
kilos de golpe.
- Ahora te querría, aunque engordaras veinte toneladas,
¡qué tontería, joder!, aunque eso sí yo seguiría follándome un cuerpo.
- ¡Y dale con el cuerpo!, ¿para ti el amor nada más que es
sexo o qué?
- No, ni el sexo es nada más que amor.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Pues que el tomate solo no hace el gazpacho, pero que no
hay gazpacho que valga sin tomate.
- ¡Anda, que ya te vale!, compararme el amor con el
gazpacho, eres de un original.
- ¡Vale! – en tono condescendiente – en plan cursi, el amor
sin sexo es como un jardín sin flores, y en plan académico, el sexo es
condición necesaria pero no suficiente para el amor, ¿ya te llega?
- Que tú no puedas sentir amor sin necesidad del sexo no
quiere decir que no exista.
- Vamos a ver, - haciendo una pausa melodramática antes de
llamarla por su nombre de pila cosa que a ella no le gustaba mucho - Carmen,
ponme un ejemplo.
- Como tú quieras Tomás – pronunciando su nombre con retintín
para hacerle notar que se dio cuenta del detalle – todo el siglo diecinueve está
lleno de amores puros, platónicos, vamos, sin sexo.
- Ya, y tú estabas allí para saber si la literatura se
correspondía con la realidad.
- Pero el arte es siempre reflejo de la realidad, es un espejo
fiel de cómo es la sociedad del autor, eso no me lo discutirás.
- Según esa teoría los hombres actuales tienen un ojo en el
cogote y otro en la frente.
- Si te refieres al cubismo, eso tiene poco de actual.
- Vale, los hombres de comienzo de siglo, me da lo mismo.
- No creo que puedas ser tan torpe, y no te des cuenta.
- ¿Por?
- Detrás de los rostros cubistas no está una imagen del
hombre, si no el concepto abstracto de él, una deformación plástica o
estilística.
- ¿No te quejaras, ¿eh?, te lo pongo a huevo, elijo
ejemplos de tu campo – Carmen era licenciada en historia del arte, aunque nunca
ejerció su carrera, estudió al mismo tiempo la carrera técnica de informática y
es la que ejercía.
- Además – siguió ella sin hacer caso a su comentario –
esto ya lo hemos hablado más veces.
- ¿El qué?
- Que la aparición de la fotografía acabó con el arte
figurativo y de ahí, y de la sociedad burguesa capitalista que mata al mecenas
clásico, nacen las vanguardias de principio de siglo.
- Sí, sí, ya me lo sé. Pero a lo que íbamos...
- ¡Mírale!, como si él nunca se fuera por las ramas, que
discutiendo pareces un orangután, ¡jajaja! – riéndose de su propia ocurrencia.
- Y sin discutir, vestido un caballero en calzoncillos un
chimpancé, pero déjame decirte, - haciendo caso omiso del chascarrillo para
quitarle importancia y que no notara que le fastidiaba - ¿por qué detrás de las
obras románticas ha de estar la realidad del amor y no como con el cubismo un
concepto deformado de él?
- Pero el romanticismo no fue sólo un estilo de arte, sino
una forma de ver la vida, de entenderla, de estar en el mundo.
- De verla deformada.
- La gente entonces se suicidaba a mansalva por amores no
correspondidos, ¿quieres más pruebas?
- Tú lo has dicho, eran amores no correspondidos, pero no
platónicos.
- Llámalo como quieras, pero es lo mismo.
- No, perdona, no es lo mismo matarte porque no puedes
acostarte con la mujer que amas, que el enamorarte contemplativamente sin
querer acostarte con ella y suicidarte como prueba máxima de tu amor, para nada
es lo mismo.
- Voy a contarte una historia real que demuestra que estás
equivocado. Un poeta romántico danés, se enamoró de una rica heredera de la
burguesía, era su musa, toda su poesía iba dedicada a ella, pero el padre de
ella se opuso a la relación, por ser él un pobre poeta bohemio sin dinero.
- Pues suena totalmente a amor no correspond...
- Espera y no te precipites. Ellos dos en secreto siguieron
amándose, aunque sin poder consumar su amor, una pasión casta y platónica,
cartas secretas, claves de enamorados, poesías para ella, en fin, lo típico.
Con el tiempo él se hizo el poeta más famoso del país, reconocido por todo el
mundo, premiado, obteniendo la máxima consideración y aprecio de esa sociedad
tan puritana, y claro está haciéndose acaudalado.
- ¿Y?
- Y el padre de ella por fin consintió y se casaron el
poeta y su musa platónica de varios años de devoción. A la mañana siguiente de
la noche de bodas él cogió y se suicidó pegándose un tiro en el paladar, y
dejándola una nota a ella.
- ¡Joder!, ¿dio un gatillazo?
- No en la cama, aunque si en el desayuno.
- Pues no me dirás que fue como prueba de amor, ¿no?
- No, fue por asco.
- ¿Asco?
- No pudo soportar que su amor idealizado tuviera vello
púbico, le espantó su pubis peludo con el que había soñado durante años como el
monte de venus de las estatuas romanas y griegas.
- ¿Pero este tío no había visto un coño en su vida o qué?
- Por lo que se ve no, y había idealizado el sexo de su
musa como el de las estatuas de mármol que conocía, la realidad le pareció tan
asquerosa que no lo soportó y se suicidó.
- ¡Joder!, esto no es un amor platónico, ¡esto es que el
tío era un gilipollas integral!
- Sí, si es un amor platónico, un amor tan puro, tan
idealizado, tan mental, que cuando se convirtió en sexo con pelo, sudor,
humedad y olor, no pudo soportar tanta degradación y se suicidó.
- Menuda cara debió quedársele a ella a la mañana siguiente
al leer la nota de suicidio, ¡Joder!: “Mi diosa del amor de mármol de Carrara
me suicido porque tienes el coño peludo, húmedo y huele a pescado podrido”,
¡ja, ja, ja!
- Bueno, me parece que nos alejamos del tema. Todo ha
empezado porque yo quiero saber porque me amas.
- No, no, no, todo empezó porque yo buscaba el tabaco y a
ti te parecía muy vulgar.
- Y es que lo es, que menos que antes del cigarrito de
después, unos besitos, unos abrazos y unos te quiero.
- Pues más hortera me parece a mí ponerse a hablar de los
amores puros de los románticos después de haber echado un polvo.
- No te enrolles, y contesta mi pregunta.
- ¿Cuál de ellas, que ya me he perdido?
- ¡Otra vez!, ¿qué si me quieres sólo por mi cuerpo o
también por mi forma de ser?
- ¡Ah!, pero se puede separar cuerpo y personalidad así tan
tajante, ¿no forman todo un lote entremezclado?
- ¡Pues claro que sí!, tú, yo, todo quisqui, aparte de lo
puramente material tiene una forma de ser, personalidad, espíritu o como tú
quieras llamarlo totalmente independiente del cuerpo.
- La verdad, siendo ateo, se me hace muy cuesta arriba
pensar en una personalidad sin cuerpo o al contrario en un cu...
- ¡Vamos a ver!, tú que valoras más en una persona el
físico o...
- A mí lo que me importa es que la gente sea feliz, alegre,
divertida y ...
- ¡Desde luego cuando te pones cabezón no hay quien te
aguante!.
- ¿Pero por qué?, tú preguntas y yo te contesto.
- Sí, pero no a lo que te he preguntado.
- Tú eliges tus preguntas déjame a mi elegir mis
contestaciones.
- Sí claro, yo te hablo de manzanas y tú me réplicas de
peras, ¿así quieres tener una conversación?
- Pero es que tú eres muy jodía, siempre haces preguntas
retóricas, con truco, capciosas o con la respuesta ya implícita, vamos que me
acorralas.
- Vamos a ver, ¿cuándo me conociste que es lo primero que
pensaste de mí?, se sincero.
- Pues, - pensándoselo un poco dejando colgada la última
silaba – que tenías un culo y unas tetas de toma pan y moja.
- ¿Lo ves? – en un tono tajante.
- Vale, muy bien, ¿y tú que pensaste cuando nos presentó
Sole? – aprovechando la ocasión para demostrarla que no se le había olvidado la
primera vez que la vio y así ganar puntos.
- Pues que eras un tío interesante, raro, ingenioso,
atrayente, eso sí un poco desgarbado y con muy mal gusto para vestir.
- ¡Toma ya!, yo soy el materialista porque me fijé en tu
culo, y mira por donde la idealista me prejuzgó por la forma de vestir.
- ¡Yo no he dicho eso!, y además no es lo mismo fijarse en
la forma de vestir que en las tetas y el culo.
- Por supuesto que no, el vestido es algo accidental,
social e hipócrita, mientras que el cuerpo es algo consustancial a la persona.
- Fijarse en las tetas no es algo consustancial, como tú
dices, más bien es una grosería.
- ¡Ya!, el que llevaba un escote hasta el ombligo y un
palmo de minifalda era yo – no muy seguro al decir esto, en este caso no sabía
si la memoria le hacía ganar o perder puntos, barruntaba que se estaba metiendo
en un jardín de flores carnívoras donde ella quería meterle desde el comentario
inicial al buscar el mechero, indudablemente estaba seguro de que la
conversación la estaba llevando y ganando ella, cosa que no soportaba.
- No sólo eres un materialista, sino también un cerdo
machista.
- ¿Machista yo?
- ¡Hombre claro!, ya me dirás que es un tío que sólo ve en
las mujeres un reclamo sexual.
- ¡Pero, pero!, ¿qué dices? – ya si estaba seguro que esta
conversación la perdería sin remedio.
- Yo no lo digo, lo has dicho tú – sabiendo que no había
cosa que más le molestara que el que utilizaran sus propias palabras para
rebatirle.
- Yo sólo he dicho que vi lo que era evidente para
cualquiera.
- Evidente para cualquier machista que sólo ve tetas y culo
en una mujer.
- Pero si yo hago la cama, la comida y la casa contigo.
- ¡Hombre, sólo faltaría!, ¿es que tú no duermes, comes y ensucias?
- ¡Pues entonces!
- Si yo no digo que sea culpa tuya, te han educado en una sociedad
machista y quieras o no eso siempre sale.
- ¡Claro, claro!, por esa regla del tres tú también eres
machista.
- No cuela, rico.
- ¿O es que a ti te educaron en una tribu de amazonas del
alto Orinoco?
- No, pero el ser mujer me ha facilitado el rebelarme y
desprenderme de toda esa miseria, esa herencia, ¡qué lo mío me ha costado!
- Resumiendo, ¿qué soy machista porque soy hombre, ¿no?
- No cambies las cosas, yo lo que digo es que los hombres
lo tienen más difícil, no que sea imposible, con el machismo salís ganado,
¡niégame también esto!
- ¡Ah bueno!, porque tú y yo estamos a la par en esto.
- Decirlo es muy fácil, pero yo quiero pruebas.
- Vale, tú sales a seis libros o más por mes, ¿no?
- ¿Qué pasa?, ¿Qué leer es sólo cosa de hombres, como el
coñac del anuncio?
- Déjame terminar, por favor te lo pido. Tú lees mucho más
que yo y sin embargo no te oigo introducir citas de un autor o raramente
comentarios literarios en una conversación.
- Porque no soy pedante como tú, que si lo haces, lo importante
es leer y no el presumir de que se lee.
- Por supuesto que sí. Pero... – sopesando si soltar la
bomba o no – sin embargo, sí que te arreglas y cuidas mucho la forma de vestir,
el peinado y todo eso.
- Una cosa no quita la otra, o ¿debo ir echa un asco para
demostrar que no soy una mujer objeto, una mujer florero?
- No, no, por supuesto.
- ¡Menos mal!
- Pero que curioso que no sientas vergüenza de realzar o
presumir de tu físico y si lo hagas de tu intelecto, oye, mira tú por dónde.
- La culpa no es mía, nadie me mirará mal por realzar mi
belleza, todo lo contrario, pero si me despellejarán si voy todo el santo día
demostrando lo lista que soy.
- Pero no habíamos quedado en que tú no te sometías a la
sociedad machista, ¿qué habías conseguido rebelarte y escapar por el hecho de
ser mujer?
- No, perdona, el problema está en que tú partes de la base
de que nos arreglamos para excitar a los hombres, y eso en si ya es un concepto
machista de entrada. Y si yo me arreglo es para estar a gusto y contenta con mi
propia imagen, nada más.
- Que casualidad que la imagen tuya que quieres dar o que
te hace sentir bien y te da autoestima y demás, necesite de unos vaqueros que
no te dejen respirar o de unas mariposas en los muslos de las medias donde
nadie puede verlas. Curioso, de verdad.
- ¿Yo creía que te volvían loco esas medias?
- ¿No me soltaras ahora que te emperifollas para mí?
- Por supuesto que no, solo faltaría. Pero si no recuerdo
mal esas medias me las regalaste tú, porque se las viste a una alumna y te
gustaron mucho, que ya me dirás cómo se las viste...
- Pues le pasaba lo que a ti que al sentarse con la
minifalda...
- ¡Jajajaja! – le cortó ella al verle ponerse todo rojo de
rubor.
- Pues que sepas que me arrepiento de habértelas regalado,
que el Antoñito también disfruta como un enano viendo las maripositas cuando
minifaldeas.
- Pues que sufra el muy idiota mirando, si es que lo hace.
- El que sufre soy yo.
- Mira que eres idiota, el sólo puede mirarlas mientras que
tú puedes tocarlas, acariciarlas, morderlas, lamerlas o lo que te apetezca
disfrutar con ellas.
- Eso es lo que tenía que hacer, cuando él este mirando
embelesado la mariposa, poner mi mano encima y acariciarla.
- ¡Jajaja!, di que sí, en plan machotes, como en un duelo,
tú marcando territorio y diciendo esto es mío, chaval, tú ni mirarlo que te
parto la cara, ¡jajaja!.
- Pues mira, ya sé que hacer la próxima vez que mariposees
minifaldeando.
- ¡Ni se te ocurra!, ¡qué te mato!, no me montes numeritos
con mis jefes por tus celos estúpidos, no me metas en compromisos que te temo.
- ¿En qué quedamos?
- Pero, además, ¿tú no eras el que se te llena la boca
diciendo que te gusta que los hombres me miren por la calle?, que me vendías
esa frase de que para ti era un orgullo, que no te molestaba lo más mínimo, que
siempre pensabas “tú mírala todo lo que quieras que con él que se acuesta cada
noche es conmigo” y que tenías demasiado ego para pensar idioteces de celoso de
medio pelo sobre lo que pensaban los demás al mirarme, del tipo “que hará ese
pibón con ese mequetrefe”.
- Sí, y eso es cierto, pero Antonio es caso aparte, digamos
que le tengo un especial cariño.
- Ya salió de nuevo tu fijación con Antonio, si es que
encima de machista celoso. Que no, que él no es el dios del amor.
- ¡Más le vale! no serlo.
- ¿Pero no es que nos amamos libremente?, que el amor sólo
existe en libertad y demás teorías sobre el amor que me sueltas para no
casarnos ni siquiera por lo civil.
- No, no, no, no te confundas, yo seré todo lo rojo, ateo,
anarco y progre que tú quieras, pero lo del amor libre se lo dejo a los monos.
- Si, a los bonobos, ya recuerdo la charla del otro día que
me diste sobre el sexo de los chimpancés. ¿De verdad que las hembras montan a
los machos para darles los buenos días?, ¿no te lo habrás inventado?
- ¡Qué si pesada!, ya te lo he dije el otro día, falsas
copulas, simulan montarlos, y por cualquier motivo, ellos viven en orgía
continua.
- Eso tenemos que probarlo tú y yo.
- ¿Lo de vivir en orgía continua?
- No, lo de montarte en falsa copula para darte los buenos
días, ¡jajajaja!.
- ¡Dios!, qué envidia de pene, que diría Freud, no te lames
de la envidia de pene que te gastas.
- ¿Envidia de qué?, si yo con mi chocho tengo todos los
penes que me apetezcan.
- Pues siento decirte, pero ni tú ni yo somos bonobos. Así
que ajo y agua – sin entrar para nada en lo de su amenaza de promiscuidad no
fuera a ser que el diablo enrede.
- ¡Qué si tonto!, si ya verás cómo te gustará que yo te
monte, ¿no disfruto yo cuando tú me montas?, y además en mi caso sin ser falsa
copula sino metiéndomela hasta el diafragma lo menos – diciéndole esto mientras
le guiñaba un ojo, le lanzaba un beso y ponía el tono lo más zalamero posible.
- No, no hay trato, para nada.
- ¿No me vas a dar ese caprichito? - volviendo a zalamear y
ronronear al preguntarlo.
- No hay caprichito que valga.
- Pues ya van dos, haré yo lo mismo, tenlo en cuenta.
- Lo que tú quieras, pero ni me metes el dedo en el culo,
ni me montas en falsa copula.
- Pues a ti bien que te gusta metérmela en el culo, que no
hay vez que repitamos que no me toque poner el culo.
- No es lo mismo.
- Claro que no es lo mismo, en mi caso sería un dedo finito
y no el pedazo rabo tuyo. Que además siempre que me enculas esperas a tenerla
lo más dura y gorda posible.
- Es que, sino no hay forma, tienes el culito aún muy
prieto, ya ira dilatando con el tiempo.
- Pues aplícate el cuento a ti mismo, empezamos con mi dedo
meñique – enseñándole el dedo – mira que finito y cortito y ya iras dilatando.
- No que eso debe doler mucho, Carmen, que no.
- A claro, y a mí no me tiene que doler, ¿no?, o si me
duele que me aguante que para eso soy la mujer.
- ¡Pero qué dices!, si tu disfrutas como una perra, no hay
más que verte como gritas, lo que dices y como meneas el culo.
- No te creas, que a veces te pones muy bestia y siento la
piel del ano muy tirante y cualquier día de estos me haces un desgarro.
- ¡Hala!, exagerada.
- Ahora te estoy hablando en serio, en el momento que me
hagas una fístula, un desgarro o una almorrana se acabó para siempre el darme
por culo, gima, grite o menee el culo como si bailara la lambada, a mí menda no
vuelves a follártela por el culo si me pasa eso. ¡Tenlo en cuenta!
- ¡Qué no me la das!, si a ti te gusta que te sodomice casi
más que a mí.
- No, de veras, a veces me molesta, sin ir más lejos el
otro día, cuando me decías que me sacabas el esfínter para fuera, ¿cómo se llamaba?
- Evaginación. Ya te dije que como cuando das la vuelta al
dedo de un guante al sacar el dedo.
- Pues me sentí muy incómoda, fue muy desagradable.
- Fue desagradable la imagen mental que te hiciste de la
historia al visualizarlo, pero no el hecho en si, si yo no te digo nada de lo
del guante tú bien que estabas disfrutando hasta ese momento.
- Ya, pero, aunque notaste que no me gustaba no me la
sacaste hasta que te corriste dentro, y tardaste un buen rato. Tú egoísta, sólo
pensando en ti y en el placer que te da tu polla.
- No dijiste nada. Y nunca pienso en el placer que me da mi
polla, sino en el que me da tu coño, o tu culo en este caso.
- Ya claro, y tú no notaste que me callé y me puse tensa, ¿no?
- Además la culpa fue tuya. Házmelo muy, muy despacito y
descríbeme lo que ves, que yo no puedo verlo.
- Era por cambiar, siempre que me das por culo taladrándome
a toda hostia, agarrándome del pelo como si fueran riendas, y dándome cachetes
en las nalgas, como si fuera una yegua.
- No siempre es así.
- No cierto, otras veces mordiéndome el hombro,
estrujándome los pechos hasta casi reventármelos o apretándome el cuello como
si me estrangularas.
- ¡Joder!, que mal suena cuando lo dices así.
Continuara...
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