- ¿Por qué te pones tan bestia al darme por detrás? Por
delante eres más variado, a veces suave, otras fuertes, por el culo siempre
brusco, nunca tierno.
- Ya te lo he dicho.
- Pues no me he enterado.
- Sigues teniendo el culo muy prieto y es así la única
manera.
- De eso nada, que el otro día bien despacito y suave que
lo hiciste y se pudo. Eso sí sacándomela cada dos por tres y haciéndome que te
la chupara para lubricártela. ¿Qué te crees que no me di cuenta?
- Estaba tardando mucho en correrme y se secaba aquello y
te iba a doler más.
- ¿Dolerme más a ti o a mí?
- A los dos.
- ¡Ah, bueno, eso ya si me lo creo!
- Insisto, la culpa fue tuya, házmelo muy despacito y
nárrame todo lo que me hagas.
- Sabes que me pone muy cachonda que me digas cómo me
follas mientras me follas, me pone muy caliente.
- Si ya sé que te pone a cien, menos el otro día.
- Se juntó lo del guante y tanto ir del culo a la boca
llegue a pensar si no me estaría comiendo yo mi propia mierda, y eso me dio el
bajón.
- ¡Ja, ja, ja!, ¡cómo eres!, no te gusta comerte un marrón.
- No me dirás que no, te pasa a ti eso y se te baja la
erección en el momento.
- ¿Nunca has pensado que cuando yo te meto la polla o el
dedo en el culo estoy empujando tu caca hacia dentro?
- Pues no, nunca, que idea más desagradable. ¿Tú si piensas
eso y se te mantiene dura y tiesa?
- Yo no es que lo piense cariño, yo es que muchas veces lo
noto.
- ¡Calla, cerdo, calla!, que me vas a hacer vomitar.
- ¡Carmen por dios!, que te vuelve loca que te de besos
negros y que te meta la lengua por el culo, y eso si es literalmente comerse un
marrón.
- Pero te habrás dado cuenta que después de un beso negro a
mí menda no vuelves a besarla en la boca hasta que te lavas los dientes.
- ¡Ja, ja, ja! Eres tremenda, nunca me había dado cuenta de
eso, ¿es cierto?
- ¡Qué poco detallista eres para todo!
- Ya sabes que yo no soy nada escrupuloso ni en la mesa ni
en la cama, y sabes que me gusta mucho darte placer comiéndote el coño y el
culo, y a ti te gusta casi más qué que te folle o te dé por culo, que de ese
detalle sí que me he dado yo cuenta, ¡ja, ja, ja!
- Eso te lo reconozco, comes el coño como nadie en el
mundo, nunca me habían hecho cosas tan variadas y tan ricas. ¿por cierto, donde
aprendiste tú a comer tan bien los coños?
- Ya te he dicho, no siendo escrupuloso, todo lo que sea
placentero y libremente admitido por ambas partes me vale.
- Eso es mentira, lo de mi dedo en tu culo no te vale.
- Porque eso no es placentero.
- ¿Y cómo lo sabes si no lo has probado?
- Tampoco he probado la muerte o a amputarme un brazo y no
lo deseo.
- Pero si además dicen que vosotros tenéis el punto g en la
próstata que se toca por el culo, que en cuanto os lo tocan eyaculáis y sentís
un placer intenso.
- Prefiero eyacular lentamente, menos intensamente y por
los métodos tradicionales, si no te importa.
- ¿Te estás poniendo palote con la charla, ¿eh?
- No te creas.
- ¡Ya! Como que no la noto yo creciendo e hinchándose entre
mis piernas.
- Un poco morcillona.
- Pues vamos a cambiar de tema que después de los tres de
hace un rato me duelen aun los riñones, déjame descansar el resto de la noche.
- Yo no he dicho nada.
- No, lo dice tu polla por ti.
- Mi polla es muda cariño.
- Si, pero luego con la erección en marcha me chantajearas
emocionalmente diciéndome que como voy a dejarte así, que me eche que todo lo
harás tú, ¡que nos conocemos!
- ¿De verdad que no te apetece otro?
- No, de verdad, me duelen mucho los riñones, han sido tres
muy seguidos y yo encima los tres, meneándome, mientras tú estabas quieto.
- Es lo que tú has dicho que querías.
- Ya, pero no pensé que ibas a tardar tanto en correrte,
sobre todo en el último.
- Tampoco ha sido tanto.
- ¡Como que no!, cuarenta y cinco minutos de reloj.
- ¡Exagerada!
- Como te lo digo. ¿Oye?, por cierto, ¿por qué cada vez
tardas más en correrte?
- Por qué cada vez tenemos más práctica, nos compenetramos
mejor.
- ¿Por qué hablas en plural?
- Porque a ti también te pasa.
- Eso no es cierto, tú no eres detallista, pero yo si, y a
mí no me pasa que tarde más en correrme.
- Pero te corres muchas más veces seguidas que al
principio.
- Pero eso es porque tú me la tienes dentro más rato, por
no correrte pronto.
- ¡Ja, ja, ja!, y yo podría decir que tardo más en correrme
porque tú eres capaz ahora de correrte más veces con mi polla dentro, esto es
evaginar una excusa ajena, ¡ja, ja, ja!
- No me dices siempre que lo que más te excita es verme
correrme, que mi cara en ese momento te pone a mil.
- Y es cierto, ese retorcerte, esos latigazos que da tu
cuerpo, los gemidos, eres preciosa en esos momentos, te deseo y me excitas más
que nunca.
- Pues entonces algo no cuadra, si verme correrme es para
ti lo máximo, contra más veces me corra yo antes tendrías que correrte tú, y no
al revés como has dicho antes.
- ¡Y que más dará el tiempo que tarde yo en correrme!
Menuda conversación más tonta.
- Porque lo mismo tardas más en correrte porque ya te
excito menos que antes.
- No cariño, para nada, si tardo más en correrme es porque
deseo estar el máximo de tiempo follándote, si pudiera estar todo el día dentro
de ti, no haría otra cosa. Me cuesta mucho aguantarme las eyaculaciones hasta
que no puedo más.
- ¡Pero qué tonto eres! – dándole un beso mientras le decía
esto - tú no te aguantes las ganas, tú córrete y luego repites todas las veces
que quieras, ¡tontorrón!
- Cariño, hazme caso, la fisiología masculina es distinta a
la femenina, yo no puedo correrme tantas veces como quiera, ni tan si quiera
tener tantas erecciones como quiera, pero si puedo intentar mantener la erección
el mayor tiempo posible, ya sabes sexo tántrico.
- Pues cualquiera lo diría, porque ahora sí que estás
burras totales, en una de estas tu polla hace palanca y me estampas contra el
cielo raso, ¡jajaja!
- Que quieres que le haga, si me excitas con esta charla.
- ¡Que tonto eres, que te excite hablar de sexo, si lo
hacemos continuamente!
- ¿De verdad que no te apetece?, uno rapidito, tipo
conejero, ¡venga va!
- No, de verdad, me duelen mucho los riñones, y además
también el último iba a ser conejero y mira lo que pasó, ¿pero tú crees que
puedes engañarme dos veces con el mismo cuento el mismo día?
- ¡Ja, ja, ja!, ¡tremenda!, ¡eres tremenda!
- Venga, cambiemos de tema y veras como se te baja.
- Pues tú te lo pierdes, que ahora sí que está realmente
dura y gorda.
- Como que te crees que no la noto entre mis muslos.
- Quizás si te quitas de encima de ella, se me baje antes.
- No, que ya he cogido la posturita y estoy muy cómoda
ahora, además me gusta sentirla así dura y caliente entre mis muslos, sin que
me la metas y empieces a bombearme y a machacarme los riñones, además está
palpitando y rozándose con mi coño.
- Así dudo mucho que se me vaya a bajar.
- Pues bueno, déjala que palpite todo lo que quiera y córrete
entre mis muslos, pero eso sí, prohibido moverte y castigarme más los riñones.
- Cariño, esto no funciona así.
- Cambiemos de tema, olvídate de tu polla de una maldita
vez y ya será lo que tenga que ser, que se te ponga flácida o que te corras.
- ¡Uf!
- ¿No decías antes que practicabas el sexo tántrico?, ¡pues
hala a practicarlo!
- No faltaba más, como la señora está gozando con el
palpitar de mi polla contra su coño, a mí que me den dos duros.
- Esto por lo del culo evaginado del otro día, ¡a
aguantarse tocan!
- ¡Ja, ja, ja!
- ¿De qué estábamos hablando antes de ponernos guarretes?
- Pues te decía yo, que no somos bonobos, ¡ja, ja, ja!,
¡pero cualquiera lo diría!
- No, eso ya estaba dentro de la era guarreta. ¡Ya
recuerdo, hablábamos de tus celos estúpidos de Antonio!
- ¡Vaya por dios!
- ¿Ves que pronto ha dejado de palpitar?, espera que me
froto un poco y vuelve a ponerse – mientras en movimientos circulares se frota
su entrepierna con la de él – ya está, ¿ves que rápido?, en cuanto me froto
contra ella.
- ¡Eso no vale!, habíamos quedado que, sin movimiento
alguno, ¡eres una tramposa!
- Tú calla y concéntrate en aguantar la eyaculación,
estarte quietecito sin mover ni un músculo, seguirme la conversación y en que
tu polla siga palpitando sobre mi clítoris hasta que yo me corra.
- ¿Y tú crees que faltara mucho para esto último?
- No creo, le tengo tumefacto, húmedo, caliente e hinchado
que parece un huevo de codorniz recién puesto.
- Lo de húmedo y cálido ya lo noto, que me estas
fregoteando todos los bajos al vapor, ¡ja, ja, ja!
- ¡Calla cochino!, que lo que tú quieres es correrte
hablando guarrerías, y lo que esta vez toca es corrernos sin mover ni un
músculo, sexo estático, que nunca lo habíamos probado.
- ¿Tampoco se puede hablar?
- ¡Tampoco, si son guarrerías!, que, de sexo oral, no del
de chupar si no del telefónico, ya estoy bien servida cada vez que te vas a la
sierra a coger bisbitas.
- ¿Ya estas harta de lo del teléfono?
- No, para nada, eso es lo tercero que mejor me sabes
hacer, me vuelves loca hablándome, yo a oscuras, tú tan lejos y tan cerca al
mismo tiempo, a veces cuando te pones duro me corro sin necesidad de tocarme ni
nada.
- Mira tú de que cosas se entera uno.
- Tienes mucha imaginación y lo haces muy bien, salvo que a
veces te pones en plan romántico y parece una poesía más que un polvo
telefónico, lo que tardas en entra en harina entonces, en esos casos si
necesito masturbarme, pero cuando llevas varios días fuera sin poder hablarme y
estas calentorro y entras directamente a matar, es un lujo oír tu voz tan grave
por el teléfono. Tienes voz de locutor de radio de los de antes.
- Por cierto, ¿qué son las dos cosas que te hago mejor que
el sexo telefónico?
- Comerme el coño y follarme.
- ¿Y darte por culo?
- Eso está muy abajo en la lista.
- ¿Tan poco placer te da cuando te monto por detrás?
- No hombre, tampoco es eso, si no me dieras placer no
dejaría que me la metieras por detrás.
- Bueno, puede ser que no te dé ni placer, ni molestia, ni
fu ni fa, y simplemente dejes que te parta el culo por darme placer a mí.
- ¿Pero tío, tú no ves que me corro cuando me enculas, o qué?
- Pueden ser orgasmos fingidos.
- En mi vida he fingido un orgasmo, yo no caigo tan bajo,
al menos nunca contigo.
- ¿Con otros sí?
- Eso forma parte de mi intimidad que no estoy dispuesta a
compartir contigo.
- Pues no sé por qué.
- Porque es mía y yo decido lo que comparto y lo que no.
- Anda muévete un poquito que se me van a dormir las
piernas.
- Mientras no se te duerma la polla y esa sigue palpitando,
cada vez más y mejor.
- Solo faltaría que a mí me diese una tromboflebitis por
falta de circulación en las piernas porque tú quieras correrte de una manera
rara.
- ¿Lo dejamos?
- ¡No!, cariño no, que ya le estoy cogiendo yo el gustillo
a esto del sexo estático.
- Ya me parecía a mí que todo era de boquilla, que lo que
yo tengo entre las piernas está cada vez más duro y más a gusto estando allí.
- Pero déjame metértela un poquito, al menos para correrme
dentro, aunque solo sea la puntita.
- Nada de puntitas, tu polla está bien donde está, frotando
muy levemente mis labios y palpitando en mi clítoris. ¡Nada de meterla!
- ¿Pero por qué?
- Porque soy clitoriana, y me gusta que tu polla me frote
por fuera el clítoris y no que me la claves dentro de la vagina, ¿entiendes?
- Al menos frótate un poco como antes contra ella.
- De acuerdo, pero tú prométeme que no te vas a correr.
- Prometido.
- ¡Um!, ¡qué dura la tienes cabrón! – mientras volvía a
culear sobre él en círculos – espera que voy a frotarme el coño a todo lo largo
de ella, pero ni se te ocurra metérmela – y se inclinó horizontal sobre él con
su cuerpo paralelo al suyo y moviéndose compulsivamente arriba y abajo.
- Te vas a despellejar el coño si sigues así.
- Si claro, y cuando tú martilleas dentro que a veces
pienso que quieres meterme hasta los cojones dentro, entonces no se me
despelleja – no dejando de frotarse contra él.
- Por eso mismo, dentro, con mucosa preparada para el roce
y frotamiento, mullida, blanda y lubricada.
- ¡Que manía con la puta penetración!, también puedo
meterme el palo la escoba y es más largo y más duro que la tuya – vuelve a su
posición original con su sexo totalmente abierto sobre el pene de él y sentada
totalmente estática.
- Si, pero no es tan gorda, ni está caliente, ni palpita,
ni te llama puta al oído mientras te lo metes.
- Ya ves tú que problema, con dos palos en vez de uno,
pasados antes por el microondas y con una grabación de sonido, todo
solucionado.
- ¿Y por qué estás sentada encima mi polla y no encima del
palo la escoba?
- Porque te amo a ti, idiota, y no al palo de la escoba,
las mujeres follamos para amar, no como vosotros que amáis para follar, a ver
si te enteras de una puta vez.
- ¡Ya estamos!
- ¿Ya te corres cariño?, a mí aún me falta un poco, aguanta
un poquito, anda, y luego te la limpio chupándotela como a ti te gusta.
- No, aun no, que ya estamos con los clichés, decía.
- ¡Joder!, ¡qué cabrón! Con la polla a punto de reventar,
que aún se le ha puesto más dura y gorda de lo que ya la tenía, que parecía
imposible, ¡y aún le queda sangre en el cuerpo para que le llegue al cerebro y
pensar en roles sexuales!
- La verdad que tengo una erección de campeonato, como
nunca creo yo.
- Y querías meterme ese pedazo trabuco en el culo,
¡cabrón!, para no poder sentarme en una semana.
- En el coño, cariño, sólo en el coño, que ahí te cabe y te
va a gustar, la tengo como nunca de dura y caliente y gorda.
- ¡He dicho que no, y es que no!, cuando yo digo no, es no
y ya lo sabes de siempre.
- ¿Te has meado?, ¿no estarás menstruando?
- No seas cerdo, son mis fluidos vaginales.
- ¡Coño!, ¿tan abundantes?
- ¿Cómo quieres que esté con ese pedazo pollón entre los
labios de mi coño?, derritiéndome, el clítoris me va a estallar.
- Pues te vas a deshidratar putita mía con esto del sexo
estático.
- Estoy lubricando como nunca jamás. Ya hace rato que me
salió el líquido más espeso y más amarillento, el moco, que lo he visto antes
al incorporarme y aún sigo lubricando.
- Pues me estas encharcando, y entre la humedad y el
estarme quieto me va a pillar un reuma del copón, ¡zorra! ¡Qué buena estás y
que pedazo tetas tienes! – agarrándola los pechos con ambas manos.
- ¡Eh, las manos quietas!, ¡ni un músculo! – él vuelve a
dejar los brazos yertos.
- ¡Joder!
- Ya estas a punto de caramelo, cariño, ya empiezas a
insultarme y hacerme sentir una puta.
- Es que eres la mujer más guarra y más puta que conozco, y
más aún que voy a hacerte con el tiempo.
- ¡Ya me viene, ya me viene! – se agita convulsamente,
arquea su espalda, gime de placer y en la última sacudida suelta su alarido de
costumbre.
- ¡Zorra como me gusta verte correrte! – ella se levanta un
poco sobre él y en ese momento él vierte todo su líquido seminal sobre el cuerpo
de ella a lo largo de todo su eje, cayendo la mayoría entre sus senos y las
últimas gotas sobre su boca medio abierta.
- ¡Él que casi se deshidrata eres tú! - gimiendo mientras saborea el líquido de él -
¡cuánta leche has soltado, amor mío!, ¡y eso que es el cuarto de la noche!,
¡qué rico me sabe siempre tu lefa, cabrón!
- ¡Lo prometido es deuda!
Ella se inclina sobre la entrepierna de él y se la lame
cuidadosa, lenta y suavemente, termina secándolo con sus propios senos.
Se abrazan los dos y no dejan de besarse y acariciarse muy
lentamente, entrelazando sus piernas, sus brazos y sus bocas suavemente,
mientras esperan coger la postura idónea y dormirse uno en brazos del otro,
cuando Carmen cierra por primera vez los ojos, Tomás en su oído, muy bajito,
casi musitando, le dice:
- Te quiero como no he querido ni querré nunca a nadie en
este mundo, lo único que lamento es haberte conocido tan tarde y haber
desperdiciado veinticinco años de mi vida.
- Yo sólo quiero tu cuerpo – dijo ella con una sonrisa en
la boca con la que se quedó definitiva y profundamente dormida en los brazos de
él.
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